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“Tenemos que cambiar el modelo de acumulación y distribución de riquezas”

El Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario (SOEAR), organizó una jornada de formación sindical con una charla a cargo de los abogados laboralistas Eugenio Biafore y Carlos Zamboni. La exposición del abogado Biafore estuvo centrada en desmenuzar la conformación de la matriz de distribución del ingreso en la Argentina donde el 20 por ciento de la población se lleva más del 50 por ciento del ingreso total. El capitalismo industrial que cambió la ropa y mutó al capitalismo financiero, la deuda como una nueva forma de esclavitud y un modelo que gana plata cuando la gente está en la pobreza. Paritarias con piso y sin techo, organización gremial y lucha de clases. 

El objetivo trazado en la charla tuvo que ver con proponer una lectura política y gremial de lo que arrojan las estadísticas, basándose en los números duros que aporta el equipo de MATE (Mirador de Actualidad del Trabajo y la Economía), quienes toman como base los números que aparecen en los informes trimestrales del INDEC.

En el comienzo de su intervención, Eugenio Biafore apuntó a las “transformaciones extraordinarias que el neoliberalismo ha hecho en las sociedades latinoamericanas y particularmente en Argentina”. Hizo una pintura de la hegemonía del modo de acumulación capitalista del siglo pasado cuando en el capitalismo industrial la gran mayoría de la gente mayor de edad se ganaba la vida trabajando en un empleo. “Ese modelo industrial tenía un altísimo nivel de empleo, el desempleo era de porcentajes muy bajos. El trabajo precario era inédito, no existía en el vocabulario. Los índices de autónomos eran minoritarios en relación con la mayoría que se ganaba la vida siendo empleado”.

Eugenio Biafore mostró algunas ´fotos´ de cómo se ha transformado y complejizado la estructura que integran y representan los sectores de clase en Argentina en los últimos cuarenta años. Aquel capitalismo industrial del pleno empleo y el Estado de Bienestar que durante el siglo XX tenía la centralidad en el trabajo asalariado, cambió de piel y acomodó el cuerpo hacia otro modelo: el del capitalismo financiero. “Hemos sido criados entendiendo que la clase trabajadora era la clase transformadora. Su rol era ser el motor revolucionario, el motor de la revuelta. Aquella clase que era capaz, por sus propios instrumentos, de cambiar el rumbo. Hoy la clase trabajadora convive con aquellos que ya no son los proletarios clásicos de hace cuarenta años”. Frente a este panorama, Eugenio se pregunta: ¿Qué rol cumplen aquellos sectores o agrupamientos de personas que ya no viven del trabajo asalariado? ¿Podemos los proletarios hacer alianzas con ellos? ¿Habrá alguna posibilidad de acuerdo con estos sectores?

Para intentar desentramar qué nos está pasando, Biafore propuso ver y analizar la pirámide de la distribución del ingreso en nuestro país, en el cual el 20 por ciento de la población de mayores ingresos acumula más del 50% por ciento del ingreso total  del conjunto de los argentinos.

La población argentina relevada a partir del último censo arroja que somos aproximadamente 47.500.000 personas. Biafore realizó una primera gran división diferenciando entre la gente inactiva y la gente activa. Inactivas son aquellas personas que no tienen trabajo ni lo buscan, por ejemplo, los jubilados o los menores de edad. El 53,5% de la población no trabaja: hay 25.320.000 personas inactivas. Frente a este indicador, Biafore desliza una pregunta: ¿Por qué la obsesión de la derecha son las reformas laborales y previsionales en un país que tiene una porción muchísimo más grande de gente que no trabaja en relación con la que trabaja? Junto con la pregunta, propone una respuesta: “Porque existe todo un conjunto de ciudadanos que depende de la existencia de un sistema mínimo de seguridad social que se sustenta con impuestos directos e indirectos. Por eso la reforma previsional como obsesión para achicar el Estado. La derecha vende que son necesarias esas reformas para que vengan las inversiones y el país no se derrumbe”.

Dentro de la actividad –según el informe del INDEC del primer trimestre de este año- hay aproximadamente 22.000.000 de personas que trabajan de alguna forma. Este conjunto integra la Población Económicamente Activa (PEA). Dentro de esa categoría se incluyen aquellas personas que en el censo respondieron que trabajaron al menos una hora en la última semana, o dijeron que no trabajaron pero que buscan trabajo. También puede ser que esa persona haya trabajado y que también busque trabajo. “La idea de actividad es amplia, incluye cualquier forma de trabajo y de ingreso”, aclara Eugenio.

La PEA se divide entre ocupados (20.500.000) y desocupados (1.500.000). El desocupado es el que no tiene trabajo pero busca. Eugenio repasa rápidamente la curva de la desocupación que marca que en el primer trimestre del 2020, cuando todavía no estaba la pandemia, había una tasa de desocupación de 10,1%; que en el segundo trimestre del 2020 trepó casi a 13.5 puntos (lo que está relacionado directamente con la pandemia); ese número comenzó a decrecer lentamente en 2020 y en 2021 partió de 10,2 para llegar en el último trimestre del año pasado y en el primer trimestre de este año a un 7% de desocupación. Sobre esto, Eugenio explica: “Podríamos pensar que es una súper noticia, que es una muy buena tasa; significa que hay mucha gente laburando. Sin embargo, no se condice el efecto de tamaña ocupación con lo que pasa en la realidad”. La advertencia del abogado: “Hay que ver quiénes son y en qué se ocupan. Además de las condiciones de estabilidad y nivel salarial de esos nuevos empleos. Es central intentar divisar qué ritmo tiene de crecimiento el empleo, la actividad y las definiciones que toma el INDEC para llegar a estos resultados. Seguramente estamos considerando un tipo de trabajo que antes no se consideraba trabajo (dependiente y registrado) en sí mismo sino empleo en general (incluso monotributistas) y que ahora son tomados como  trabajadores”.

Dentro de la PEA y dentro de la ocupación, están los asalariados y los no asalariados. Del total de ocupados, los asalariados son 15.400.000 y el conjunto de no asalariados es de 4.600.000. Una parte muy importante de los ocupados son asalariados. En este punto pareciera haber otra buena noticia, pero valga el spoiler, sucede como en el caso anterior: la buena noticia es sólo una apariencia. “¿Qué nos interesa saber de los asalariados?”, pregunta Biafore, y responde: “Cuáles son los trabajadores que están registrados con aportes y cuáles sin aportes: el asalariado en blanco y el asalariado no registrado (trabajo en negro o en gris)”.

El total de asalariados con aportes es de 9.855.000 (66%) y quienes no tienen aportes son 5.545.000 (34%). Esto indica que del conjunto de trabajadores asalariados, la tercera parte tiene un empleo no registrado. Dentro de los no asalariados están los monotributistas y monotributistas sociales, los cuentapropistas, autónomos y los empleadores. “Estas nuevas definiciones permiten ingresar al mundo de la ocupación a un montón de tareas que normalmente se definían como precarias y que no contaban estadísticamente como ocupación”, señala Eugenio.

Durante la charla, Eugenio realiza algunas consideraciones sobre la forma en que se conciben y desarrollan las discusiones paritarias actualmente en la mayoría de los sindicatos. “Para la mayoría de la clase trabajadora lo que hacen las paritarias es actualizar el salario guiándose por la inflación, que es un taxi que te lleva de un lugar al otro pero te deja igual. Si cobrabas 100 y hay una inflación del 30 por ciento, peleás por 130 y conseguís 129, perdiste en relación a cuando ya estabas mal. Se supone que la paritaria implica sacarle algún punto en la ganancia de los empleadores”.

Respecto de esta cuestión, Eugenio aclara que “la paritaria es un valor fundamental” pero que por sí sola “no asegura romper las reglas de la libertad de mercado que sostienen los empresarios”. El salario mínimo vital y móvil según lo concibe el movimiento aceitero -siguiendo su definición constitucional presente también en la Ley de Contrato de Trabajo-, se rige por las necesidades de los trabajadores. “Una paritaria debe insertarse en una disputa de  lucha de clases,  en donde se va a medir el poder relativo que tenemos frente a los patrones, para provocar mediante las negociaciones colectivas un vehículo de la disputa por el ingreso general a favor de los trabajadores asalariados”, dice Biafore.

Sobre este punto, Eugenio señala un fenómeno de la composición del mercado de trabajo que incide sobre las discusiones paritarias. Propone sumar al conjunto de los desocupados (7%) más los sub-ocupados (28% de los ocupados). Esa suma da un total de 35% de la PEA que está pujando el salario a la baja. “Como son personas que tienen dificultades de empleo, van a pujar por entrar a trabajar más barato y en trabajos de menor calidad”.

Capitalismo financiero y lucha de clases

En otro informe del INDEC relativo a los ingresos durante el mismo período (primer trimestre de 2022), se puede observar la brecha que existe entre el ingreso promedio de los trabajadores asalariados registrados con aportes y los asalariados sin aportes: el ingreso promedio de asalariados registrados con aportes es de $79.500 y el promedio de ingresos de los asalariados sin aportes es de $36.000. En este punto hace foco Eugenio cuando dice que ya no representa de por sí un privilegio integrar el mundo de los trabajadores asalariados. “El asalariado no registrado da cuenta de una condición de precariedad que lo pone en el mismo nivel de los no asalariados en su condición de monotributistas sociales. Hay una gran proporción de los trabajadores argentinos que comparte desde el punto de vista de sus ingresos la condición de precarizados, no solamente porque no tienen aportes sino porque sus ingresos los ponen en los deciles más bajos y quedan directamente en la pobreza”.

El mapa de la distribución de la riqueza en Argentina aporta algunos datos más para sumar a la discusión:

La pirámide de ingresos del total de la población se divide en diez niveles según los ingresos de cada sector: los cuatro deciles inferiores son los más pobres. Tienen un promedio de $29.700 mensuales.

Entre el decil 5 y el 8, que normalmente ha sido considerado el ingreso de la autopercibida clase media, el promedio sube a $53.000. Sobre esto Eugenio interpela: “¿En qué lugar pensamos a los trabajadores no registrados que han quedado desclasados de la protección sindical?” Por si hiciera falta, aclara: “Quedan en la pobreza”.

Los dos deciles superiores acumulan el 60 por ciento del ingreso argentino. La mayoría de los trabajadores, aún ocupados en trabajos asalariados, tienen niveles de ingresos por debajo de las necesidades mínimas básicas. A pesar de su condición de ocupados, van a presionar a la baja en el mercado de trabajo.

Los trabajadores asalariados registrados -6.000.000 de personas aproximadamente- tienen un promedio de ingresos superior a los $110.000. En este grupo nos encontramos los trabajadores de la industria aceitera, destacándose en la puja por la distribución del ingreso nacional, junto con el resto de los asalariados industriales y el resto de asalariados registrados.

La mitad de las personas que trabajan cobran un promedio de $30.000 mensuales. Este número se obtiene de la suma de los no asalariados (4.600.000), los asalariados no registrados (5.500.000) y los desocupados (1.500.000), que da un total de 11.600.000.

Más allá y más acá de los números, Eugenio Biafore se pregunta sobre un eje central de la discusión: ¿Cómo hace el capitalismo financiero para llevarse la plata de la gente?

La Reforma Laboral de  Brasil del año 2017, entre tantas de sus normas peyorativas, permitió el trabajo de  mujeres  embarazadas en lugares insalubres con autorización médica. Vuelven las preguntas: ¿Qué gana el capital haciendo trabajar a una embarazada en esas condiciones? ¿Cuánto le representa concretamente en plata? Junto con las preguntas, las posibles respuestas. Este caso es un botón de muestra para entender el valor simbólico de tales conquistas del capital: “Si alguien tiene el poder en el siglo XXI de volver atrás con una reforma laboral y obligar a una embaraza a trabajar en un lugar insalubre, en términos futboleros no solo te hace el gol sino que te lo grita en la cara. Ahí la plusvalía del trabajo,  nace de la intensidad física del “apriete” y no de los aumentos de productividad vía incorporación de tecnología, etc”. Las nuevas formas de dominación que pretende imponer el capital se suman entonces a las formas ya conocidas de obtención de la plusvalía a partir de la productividad o la intensificación física del trabajo. “Las formas no desaparecen pero aparecen otras nuevas”, dice Biafore.

Sobre el final, Eugenio recupera una de las preocupaciones expresadas más arriba. “Para el capitalismo financiero la actual estructura de ingresos hace ganar plata en la medida en que la gente está en la pobreza. El capitalismo financiero gana plata endeudando a los sectores de menores ingresos, tal y como lo enuncian ya los estudiosos de las nuevas maneras de explotación del capital financiero. La nueva manera de la esclavitud se llama deuda financiera”. El abogado describe lo que implica el hecho de estar endeudado sin ingresos formales: “significa estar dispuesto para todo servicio a favor del poder financiero: no parar nunca de laburar para pagarle al poder financiero. Ha cambiado el tiempo. Es la apropiación de un sentido muchísimo más sutil que la plusvalía”.

Frente al panorama sombrío, la actitud propositiva: “Discutimos cómo cambiar este modelo. Nos parece que la discusión es el Salario Mínimo Vital y Móvil, la asamblea y el poder de fuego, pero no per se sino porque tenemos que cambiar el modelo de acumulación de riquezas y empezar a tender redes con los que no forman parte de la clase proletaria y que representan un conjunto de 11 millones de personas”.