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LA MUJER EN LA HISTORIA DE LA CLASE OBRERA

Desde el nacimiento de la humanidad hasta bien avanzada la historia, las mujeres se han encontrado relegadas del proceso histórico, salvo puntuales excepciones, a pesar de haber superado en muchas ocasiones en número al sexo masculino. A partir del siglo XVIII esta situación comenzó a cambiar, pero todavía en el siglo XXI las diferencias entre mujeres y varones en los ámbitos laborales y cotidianos aún son muchas. En la antesala de un nuevo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, compartimos un fragmento de un extenso ensayo que escribió Leonidas Noni Ceruti acerca de la situación de las mujeres a lo largo de la historia. El texto completo (cuyo sumario se incluye al final) abarca desde el surgimiento de la sociedad capitalista, la incorporación al mercado laboral como asalariadas, el papel jugado en las grandes gestas proletarias y en contiendas bélicas internacionales. Sin embargo, en esta ocasión, nos centraremos en las mujeres y su historia en Argentina.

 Por LEONIDAS NONI CERUTI

 En el Día Internacional de la Mujer, no sólo debemos recordar a aquellas 129 mártires de Nueva York, sino a cada mujer anónima que ha luchado y sigue luchando para que se reconozcan sus derechos a trabajar dignamente, en cualquier lugar del mundo. ¿Que había el 8 de marzo de 1857? La fábrica textil “Cotton” de Nueva York, había sido ocupada por sus obreras que se declararon en huelga. De pronto estalló un incendio, en el que se vieron atrapadas 129 trabajadoras que fueron devoradas por las llamas. Jamás la “Justicia” estadounidense aclaró el origen del siniestro. Lo único que quedó claro ante los ojos del mundo es que aquellas mujeres murieron defendiendo sus derechos. Posteriormente se convirtieron en mártires de una causa: la lucha de las mujeres por sus derechos.

Así fue. En agosto de 1910 se realizó en Copenhague (Dinamarca) el Primer Congreso Mundial de Mujeres Socialistas. En ese evento la dirigente revolucionaria Clara Zetkin, una maestra alemana que dedicó toda su vida a bregar por los derechos humanos, propuso que el 8 de marzo fuese declarado Día Internacional de la Mujer, como una forma que cada año las mujeres de todo el mundo rindieran homenaje a las 129 obreras mártires, que murieron defendiendo sus derechos. La conmemoración del Día Internacional de la Mujer se generalizó a partir de 1921.

SU HISTORIA EN LA ARGENTINA

 La historia argentina, escribe la escritora y periodista Vera Pichel, además de mentirosa es pacata. No solo ubica nuestro desarrollo y nuestras luchas libertadoras en un plano estrictamente militar, al que acceden por igual las batallas victoriosas y las derrotas plenas de heroicidad, sino que descarta casi por completo, otros aditamentos importantes, como la participación de la mujer.

Sin embargo, haciendo un repaso de la historia, es posible rescatar nombres en días difíciles como, por ejemplo, durante las invasiones inglesas. En ese momento, tanto hombres como mujeres participaron de la lucha con idéntico valor y hubo mujeres como Martina Céspedes y Manuela Pedraza que alcanzaron por su bravura los grados de sargento mayor y alférez, respectivamente. La lucha en esa época tuvo como epicentro las calles de Buenos Aires, pero la resonancia de la victoria llegó a todas las regiones del país.

Las invasiones inglesas fueron el punto de partida de los hechos que vendrían después. El pueblo aprendió en esa emergencia que con su sola decisión y su propio valor podría vencer en cualquier otra circunstancia. Fue como una toma de conciencia de las propias posibilidades.

El mismo pueblo armado que supo rechazar los invasores británicos se sublevó luego contra el poder español. Fue en mayo de 1810, donde las mujeres tuvieron a su cargo un papel activo bastante importante. Cuando el general San Martín decide cruzar la cordillera en busca de la independencia americana, las mujeres también se movilizaron. Durante largas jornadas, muchas de ellas cosieron y tejieron las ropas que necesitaban los soldados para hacer el heroico cruce de los Andes. Otras se ocuparon de aprovisionar víveres y donaron, como en épocas anteriores, todas sus joyas.

Entre tantas mujeres que sobresalieron por su temple, compromiso de lucha y de vida, hemos elegido a estas:

Encarnación Ezcurra (1795-1838). Esposa de Juan Manuel de Rosas, fue una de las primeras mujeres que supo imponerse en el discurso político, que hasta entonces había sido exclusivamente masculino.

Juana Manuela Gorriti. (1818-1892). Esta mujer escribía y cocinaba con el mismo placer y dedicación. La producción literaria que llevó a cabo nunca se interrumpió, ni siquiera con el matrimonio ni la llegada de los hijos. Sus obras más conocidas son: “La Quena”, la biografía de su ex marido “Isidoro Belzú” que murió asesinado en 1885 y “Güemes”.

Cecilia Grierson. (1859-1934). Fue la primera mujer que se graduó como médica en Sudamérica. Además de su trabajo, Cecilia se dedicó a elevar el nivel social de las mujeres.

Alicia Moreau de Justo (1885-1986). Durante toda su vida luchó por los derechos sociales. Graduada en medicina, fue una de las primeras mujeres en participar en política y en 1902 creó junto a otras compañeras “El Centro Socialista Feminista” y la “Unión gremial Femenina”.

Elvira Rawson de Dellepiane (1867- 1954). Médica argentina, fue una de las más importantes luchadoras por los derechos femeninos en su tiempo. Fue la directora de la primera “colonia de niñas débiles” de Uspallata en 1916.

María Eva Duarte, esposa del Gral. Perón, conocida como Evita, como primera dama promovió el reconocimiento de los derechos de los trabajadores y de la mujer, entre ellos el sufragio femenino y realizó una amplia obra social desde la Fundación Eva Perón. El 27 de febrero de 1946, tres días después de las elecciones que llevaron al Gral. Perón a su primera presidencia, pronunció su primer discurso político en un acto organizado para agradecer a las mujeres su apoyo a la candidatura del fundador del Partido Justicialista. En esa oportunidad, exigió la igualdad de derechos para hombres y mujeres y en particular el sufragio femenino: “La mujer argentina ha superado el período de las tutorías civiles. La mujer debe afirmar su acción, la mujer debe votar. La mujer, resorte moral de su hogar, debe ocupar el sitio en el complejo engranaje social del pueblo. Lo pide una necesidad nueva de organizarse en grupos más extendidos y remozados. Lo exige, en suma, la transformación del concepto de mujer, que ha ido aumentando sacrificadamente el número de sus deberes sin pedir el mínimo de sus derechos”.

El proyecto de ley fue presentado inmediatamente después de asumido el nuevo gobierno constitucional, el 1 de mayo de 1946. La oposición de los prejuicios conservadores resultaba evidente, no solo entre los partidos opositores sino incluso dentro de los partidos que sostenían el peronismo. Evita presionó constantemente a los parlamentarios para que lo aprobaran, causando incluso protestas de estos últimos por su intromisión. A pesar de que era un texto brevísimo en tres artículos, que prácticamente no podía dar lugar a discusiones, el Senado recién dio media sanción al proyecto el 21 de agosto de 1946, y hubo que esperar más de un año para que la Cámara de Diputados sancionara el 9 de septiembre de 1947 la Ley 13.010, estableciendo la igualdad de derechos políticos entre hombres y mujeres y el sufragio universal en la Argentina. Finalmente, la Ley 13.010 se aprobó por unanimidad.

En 1949 Eva Perón buscó incrementar la influencia política de las mujeres fundando el Partido Peronista Femenino (PPF), que estaba organizado a partir de unidades básicas femeninas que se abrían en los barrios, pueblos y sindicatos canalizando la militancia directa de las mujeres. Las afiliadas al Partido Peronista Femenino participaban a través de dos tipos de unidades básicas: Unidades básicas sindicales, si eran trabajadoras asalariadas, y Unidades básicas ordinarias, si eran amas de casa, empleadas domésticas, trabajadoras rurales.

El 11 de noviembre de 1951 se realizaron elecciones generales, en las que las mujeres votaron por primera vez. Por primera vez resultaron elegidas parlamentarias: 23 diputadas nacionales, 6 senadoras nacionales, y si se cuentan a las legisladoras provinciales fueron electas en total 109 mujeres. La igualdad política de hombres y mujeres, se complementó con la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida que garantizó el artículo 37 (II.1) de la Constitución de 1949. El texto fue directamente escrito por Eva Perón. El golpe militar de 1955 derogó la Constitución, y con ella la garantía de igualdad jurídica entre el hombre y la mujer en el matrimonio y frente a la patria potestad, reapareciendo la prioridad del hombre sobre la mujer. La reforma constitucional de 1957 tampoco reincorporó esta garantía constitucional, y la mujer argentina permaneció discriminada legalmente hasta que se sancionó la ley de patria potestad compartida en 1985, durante el gobierno de Alfonsín.

Por otra parte, Eva Perón estableció una fuerte relación, estrecha y a la vez compleja, con los trabajadores y los sindicatos. En 1947 Perón disolvió los dos partidos que lo sostenían, el Partido Laborista y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora, para crear el Partido Peronista. De ese modo los sindicatos perdieron autonomía dentro del peronismo, aunque por otra parte este se constituyó con el sindicalismo como su columna vertebral, lo que en la práctica implicó que el Partido Peronista tomara la forma de un partido cuasi-laborista. En este esquema de poderes heterogéneos y muchas veces en conflicto que confluían en el peronismo, entendido como un movimiento abarcador de múltiples clases y sectores, Evita ocupó un papel de vínculo directo y privilegiado entre Perón y los sindicatos, que les permitió a estos últimos consolidar una posición de poder, aunque compartido. Por esta razón fue el movimiento sindical el que impulsó la candidatura de Eva Perón a vicepresidenta, en 1951, candidatura muy resistida, incluso dentro del Partido Peronista, por los sectores que querían evitar un avance del sector sindical.

Evita tenía una visión sumamente combativa de los derechos sociales y laborales y pensaba que la oligarquía y el imperialismo actuarían incluso violentamente para anularlos. Consecuentemente impulsó junto a los dirigentes sindicales la formación de milicias obreras y, poco antes de morir, compró armas que entregó a la CGT. La estrecha relación entre Evita y el sindicalismo quedó evidenciada a la muerte de aquella, cuando su cadáver embalsamado fue llevado de manera permanente a la CGT. La actividad por la cual Evita se destacó fue la ayuda social orientada a atender la pobreza y otras situaciones sociales de desamparo. Inmediatamente después de regresar de su gira europea organizó una Cruzada de Ayuda Social orientaba a atender ancianos y mujeres desamparadas, mediante subsidios y hogares temporarios.

El 8 de julio de 1948 se creó la Fundación Eva Perón presidida por Evita, que desarrolló una gigantesca tarea social que llegó prácticamente a todos los niños, ancianos, madres solteras, y mujeres que eran único sustento de familia, pertenecientes a los estratos más carenciados de la población. La Fundación realizó un amplio espectro de actividades sociales, desde la construcción de hospitales, asilos, escuelas, colonias de vacaciones, hasta el otorgamiento de becas para estudiantes, ayudas para la vivienda y promoción de la mujer en diversas facetas.

En las páginas siguientes nos hemos de referir a otras mujeres que se destacaron en nuestro país, por su lucha por los derechos sociales, económicos y políticos. Las mujeres argentinas encarnan en su historia aquella paradoja según la cual su aporte y participación en el desarrollo del país desde la independencia y en las luchas sociales del siglo XIX, comienzos del XX, no tuvo como resultado mejoramientos sustantivos en su condición y, más aún, apenas han sido registrados.

Con una temprana secularización e incorporación de las mujeres al sistema educacional, la llegada de migrantes europeas da a la acción femenina argentina particularidades de radicalidad y compromiso social, en una sociedad que se urbaniza muy tempranamente, con serios problemas laborales, de servicios básicos y calidad de vida. Sus ámbitos de acción fueron la educación, la asistencia social, las luchas obreras y feministas. Se conformó entonces una generación de intelectuales, profesionales y líderes políticos, sindicales y feministas que lucharía por mejorar sus condiciones laborales y modificar las leyes que las discriminaban. Recién en 1926, con las reformas al Código Civil, incrementaron sus derechos civiles. Mientras el voto universal masculino fue reconocido en 1912, sólo en 1921 obtuvieron el voto municipal las mujeres de la provincia de Santa Fe y en 1927 el voto municipal y provincial las de San Juan. En su conjunto, como hemos comentado debieron esperar hasta 1947 para lograr el derecho a voto en elecciones presidenciales y federales.

Durante las dos primeras décadas del Siglo XIX, la mayoría de las mujeres siguió trabajando en las explotaciones de tipo familiar y de las pequeñas empresas artesanales. Las modistas y costureras realizaban trabajo a domicilio, encargado por las incipientes fábricas textiles. El censo de 1914 comprobó la existencia de las siguientes ocupaciones femeninas: costureras 142.6444, lavanderas 79.000, modistas 45.000, tejedoras 26.000, mucamas, 28.088, cocineras 49000, maestras 21000, parteras 2140, empleadas de comercio 9240, telefonistas 1101.

Como testimonio de la vida miserable que sufrían esas mujeres, la militante, Mirta Henault, transcribe un informe que el Dr. Bialet Massé elevó al gobierno de Buenos Aires: “No eran pocas las mujeres que cargaban con el sostén de la familia, con la rudeza de la vida; de aquí que acepten resignadas que se pague su trabajo de manera que sobrepasa la explotación y con tal de satisfacer las necesidades de los que ama prescinde de las suyas hasta la desnudez y el hambre (…) La clase más numerosa la constituyen las costureras. Trabajando fuerte ganan 80 centavos a un peso; las de trabajo superior, de un peso 20 centavos hasta un peso con 40 centavos excepcionalmente; pero como en algunas casas trabajan varias, ayudándose unas a otras, no puede saberse bien lo que ganan (…) El ramo de las planchadoras en Tucumán está tan malo como en las otras ciudades del país. Muchas mujeres trabajan en sus casas, y hay varios conatos de taller con una oficiala y dos o tres aprendices. Trabajan de 6 de la mañana a las 6 de la tarde, teniendo un descanso de media hora para el mate, mañana y tarde, y hora y media a mediodía, de modo que la jornada efectiva es de diez horas y media (…) otro oficio era la lavandera. Estas son unas desgraciadas; flacas, enjutas, pobres hasta la miseria. Visité algunas lavanderas y planchadoras y me enteré cómo efectúan estos trabajos de modo primitivo. En una batea, debajo de un árbol o de unas ramas, unos tarros de petróleo, en el que hacen hervir la ropa, puestos en un fogón, que son tres o cuatro piedras en el suelo (…) La mujer del artesano tucumano es la bestia de carga sobre la que pesa toda la familia; ella es la que revendiendo frutas o amasando o lavando o recibiendo pensionistas para darles de comer, consigue economizar unos centavos para vestir a sus hijos y no pocas veces para alimentar los (…) ¿Cómo vive la mujer del peón? En medio de la inmundicia; el agua sólo entra en el rancho para la alimentación, nunca para la higiene. La mujer del peón, la lavandera, la que hace la comida con destino a las cárceles, la amasadora, llevan una vida de trabajos y sufrimientos; trabajan durante el tiempo de la gestación; trabajan en cuanto abandonan el lecho en donde han alumbrado y trabajan mientras dan de mamar y continúan haciéndolo hasta que la tuberculosis las consume”.

Las primeras leyes, como la N° 5291 sobre trabajo de mujeres y menores, hacen alusión “a una mujer ‘pobre obrerita’, escapada del naturalismo zoliano, niña necesitada de apoyo y protección, tutelaje que ‘naturalmente’ debía ser provisto por sus compañeros de clase. Así, sorprendentemente, desde Alfredo Palacios, a la combativa dirigente sindicalista femenina Gabriela de Lamperriére de Coni coinciden ambos en invocar el retiro de la mujer de la fuerza de trabajo y su regreso al hogar y escribió lo siguiente: ‘Obreros, sólo en caso de absoluta necesidad mandareis a vuestras mujeres e hijas a ese infierno mal llamado fábrica”.

Desde principios del Siglo XX, las mujeres comenzaron a intervenir en el movimiento sindical. En el Primer Congreso de la UGT (Unión General de Trabajadores), realizado en 1903, participó la Unión Gremial Femenina, logrando elegir en la Junta Directiva a Cecilia S. de Baldovino. En 1904 se funda el Centro Femenino Anarquista “Louise Michel”. En 1906, las fosforeras protagonizaron una huelga. El 29 de junio de 1913 se inauguró la Sociedad de Resistencia “Lavanderas Unidas”. La mayoría de las luchas eran orientadas por las mujeres de tendencia anarquista y socialista, ideologías predominantes en el movimiento obrero argentino de las tres primeras décadas de ese siglo.

Un conflicto en que las mujeres cumplieron el papel principal fue la Huelga de Inquilinos en 1907. Todo se inició en agosto de ese año, cuando la Municipalidad de Buenos Aires decretó un incremento en los impuestos para 1908. Los propietarios de las casas de inquilinato subieron los alquileres para anticiparse a los hechos y cubrir los nuevos desembolsos. Frente a esta decisión las mujeres de un conventillo rehusaron pagar el alquiler. Pronto, otros conventillos imitan la actitud y presentan a los encargados pliegos de condiciones en los que solicitan rebaja de los alquileres y mejoras en las condiciones de la vivienda.

Los inquilinos que propiciaron la huelga formaron un comité central, buscando nuevas adhesiones. Muchas mujeres formaron parte de ese comité, y encabezaron la propaganda a favor de la medida y la conexión con los comités que se forman en los diferentes barrios de la ciudad. El movimiento fue creciendo y pronto casi 500 conventillos se sumaron a la medida de fuerza y después de octubre de 1907 se forman comités en zonas del Gran Buenos Aires como Lomas de Zamora y Avellaneda. El movimiento se extendió a Rosario, Bahía Blanca, Mar del Plata, Mendoza y La Plata.

Por las calles porteñas se sucedieron marchas de cientos de mujeres con sus hijos con escobas al hombro “para barrer a los caseros”, y recorrían las barriadas de un baluarte de la inmigración como era la Boca y otras zonas, en busca de adhesiones al movimiento huelguístico, que se extendió hasta fines de 1907.

En Rosario, a fines de septiembre del mismo año la “Liga Pro Rebaja de Alquileres”, que concentraría el descontento de miles de hombres y mujeres condenados “a la más inicua de las explotaciones, la del alquiler desmedido”, como consignara el diario anarquista “La Protesta”. El apoyo de un sector del periodismo rosarino, en especial de “El Municipio”, pareció otorgar posibilidades de éxito al movimiento, que tenía como protagonistas “a los explotados que dan la sangre por el progreso nacional y el enriquecimiento particular y a quienes ni siquiera se les da el pan y el techo que necesitan”, afirmaba el diario dirigido por el radical Deolindo Muñoz.

La prensa anarquista, como “La Protesta” y otros diarios como “El Tiempo”, reflejarían de modo permanente la adhesión que la huelga conseguiría en Rosario. El 3 de octubre de 1907, este último señalaba que “están bien encaminados los trabajos para promover en esta ciudad una huelga de inquilinos; hoy ha sido presentado a los propietarios y encargados de conventillos un pliego de condiciones”.

Las demandas se sintetizaban en una rebaja del 30 por ciento sobre los alquileres vigentes; higienización de las habitaciones de los conventillos a cargo del propietario; eliminación de los pagos por adelantado y de las garantías, y seguridad de que no habría desalojo de ningún inquilino por el hecho de haber participado de la huelga. Los inquilinos amenazaban con no pagar los alquileres hasta que sus pedidos no fuesen aceptados.

Entre el 7 y el 10 de octubre, “La Protesta” anunciaba que la huelga de inquilinos iba adquiriendo mayor dimensión. El 7 se leía: “Pasan de 30 los conventillos en huelga en la ciudad de Rosario y puede calcularse en más de un millar el número de inquilinos que toma parte en el movimiento. Son varios los propietarios que han entablado demanda de desalojo contra sus inquilinos por falta de pago”. Tres días después se informaba que “Se han adherido a la huelga los moradores de unas 130 casas de inquilinato. El movimiento es muy compacto en los barrios rosarinos de La República, Súnchales, Talleres y adyacentes. La primera ciudad importante que respondió al movimiento fue Rosario. Desde entonces hasta ahora se han venido celebrando frecuentes asambleas, todas ellas concurridísimas”.

Mientras en “La Protesta” se podía leer: “¿Desalojos? Mujeres con ¡Agua hirviendo!, los enfrentaremos. Todas las armas son buenas en épocas de guerra; y nadie puede decir que no estamos en plena guerra contra la explotación y la usura. ¡A defenderse, pues!”.

La huelga de inquilinos de 1907 fue una de las protestas más importantes en los inicios del siglo XX, ya que participaron unos 2.000 conventillos de la ciudad de Buenos Aires; a los que se sumaron unos 300 de Rosario y un número no determinado en Bahía Blanca y otras ciudades bonaerenses. Conforme a las estadísticas del Departamento Nacional de Trabajo es posible saber que, del movimiento, llegan a participar unas 140.000 personas en todo el país y en Buenos Aires unas 120.000 personas, es decir, alrededor de un 10% de la población de la ciudad.

Fueron las mujeres las encargadas de la organización, movilización y la protesta, defendieron sus piezas en los inquilinatos, encabezaron las marchas, y resistieron los desalojos, y tuvieron una participación decisiva.

La huelga se convirtió en un movimiento de ribetes populares que alcanzó repercusión en los ámbitos políticos y en todos los sectores sociales. La solidaridad entre los inquilinos fue notable y se reflejó en el hecho de que casi el 80 % de los conventillos de la ciudad se sumaran al movimiento.

En 1910, se realizó en Buenos Aires, el Primer Congreso Feminista Internacional que analizó problemas como la condición económica de la mujer, la trata de blancas, las obreras casadas, las cárceles de mujeres y “una sola moral para ambos sexos’.

Muchas mujeres con gran protagonismo en la historia de la clase obrera han sido ocultadas. En nombre de todas ellas, evocaremos a algunas de ellas, como Juana Rouco Buela, fundadora de un centro anarquista femenino, junto con Marta Collazo, Virginia Bolten y María Newelstein. Participó en la huelga de inquilinos de 1907, al lado de María Honiria Elías de Isolda, llamada “la china María”, una de las primeras canillitas de Buenos Aires.

Había nacido en Madrid en 1889; hija de padres obreros, quedó huérfana a muy temprana edad. Acompañó a su madre a Buenos Aires. En su libro autobiográfico, Juana dice: “A los cuatro años de haber venido de España, yo me reunía con algunas compañeras y compañeros (…) en 1904 se realizó un mitin el día 1º de mayo, (..) allí tuve yo mi primer bautismo de sangre (…) en mi vida hice muchas veces la observación de que la mujer, en nuestro movimiento, nunca tuvo el estímulo necesario y casi siempre se la ha ignorado en su labor tenaz y eficaz.

Los mismos narradores de hechos, crónicas y libros no citan a muchas mujeres que han tomado parte activa en los mismos hechos”. Deportada en 1907 a raíz de su participación en la huelga de inquilinos, siguió la lucha en Brasil y Uruguay, regresando a la Argentina en 1918. La represión desatada por el gobierno de Yrigoyen durante la “Semana Trágica” (l919), la obligó a trasladarse a Rosario, donde conoció a Juan Lazarte y al padre dé Libertad Lamarque en una función donde ésta cantó sus primeras canciones. El 15 de agosto de 1922, en Necochea, Juana daba a luz el primor número del periódico “Nuestra Tribuna”: “Hubo muchos que auguraban su pronta desaparición, ya que era una quijotada sacar un periódico anarquista escrito y dirigido por mujeres, pero fue una realidad que vivió quincenalmente tres años y despertó el entusiasmo de las mujeres del mundo.

Otra notable mujer fue Carolina Muzilli; fue también obrera y periodista, dedicando sus 28 años de vida a la lucha por la emancipación de las mujeres y de la clase trabajadora. Desde su banco de costurera hasta su puesto de comentarista en el periódico socialista “La Vanguardia” atacó al régimen de dominación patriarcal y de clase. Luchó dentro de su Partido Socialista para que sus dirigentes levantaran un programa completo de reivindicaciones específicas de la mujer, sobre todo en el X Congreso Nacional, efectuado en 1912. Se diferenciaba de las intelectuales feministas de orientación burguesa y reformista: “Yo llamo feminismo de diletantes a aquel que sólo se interesa por la preocupación y el brillo de las mujeres intelectuales. La hora de que el feminismo deportivo deje paso al verdadero que debe encuadrarse en la lucha de clases. De lo contrario será un movimiento ‘elitista’ llamado a proteger a todas aquellas mujeres que hacen de la sumisión una renuncia a sus derechos a una vida mejor. Abomino de la humildad por el simple motivo de mi apoyo a quienes exigen los bienes que les corresponden simplemente por vivir en un país donde se recita que todos son iguales ante la ley”.

Sus trabajos “La madre obrera”, “El menor obrero”, “Si trabajo de la mujer y el niño”, “La madre y el menor obrero” y otros, merecieron el reconocimiento de importantes instituciones, como la petición que se le formulara el 26 de diciembre de 1912: “el museo Social Argentino, que se ocupa en estos momentos en reunir los materiales con que ha de concurrir a la Exposición de Gantes (Bélgica) ha resuelto destinar una Sección al trabajo femenino, para lo cual solicita su cooperación”. Su trabajo mereció el siguiente comentario del Boletín de dicho museo: “Este estudio de la señorita Muzilli, aparte de mostrarnos su paciente investigación y de presentarnos dignamente a la inteligente estudiosa de los fenómenos sociales, demuestra la pasión de la mujer ansiosa por contribuir a la redención del sexo femenino, para que resurja de la abyección en la que la ha arrojado el hombre, abyección moral y material, primero en la familia, luego en el taller, en el negocio, en el empleo, destruyendo su organismo y prostituyéndola siempre en toda forma.” Su folleto “el trabajo femenino” mereció el siguiente comentario de conocido escritor Fray Mocho: “La señorita Carolina Muzzili posee un temperamento de estudios de la creadora. Defiende periodísticamente y personalmente a las mujeres y los niños pobres”.

El periodismo feminista dio un nuevo paso en 1919 con la aparición del primer número de “Nuestra Causa”, revista mensual dedicada a exaltar la acción de la mujer en todos los campos: cultura, arte, problemas sociales y políticos. No era una novedad en Argentina una publicación de este tipo. La prensa femenina tenía ya historia en el país, desde la publicación de La Voz de la Mujer, orientado por Virginia Bolen, los periódicos y folletos que las mujeres anarquistas publicaban a comienzos del siglo hasta ‘Vida Nueva’, ‘Unión y Labor’, esta última dirigida por Sara Justo, y demás publicaciones que, aunque de existencia breve, demostraban la voluntad femenina de estar presente, de hacer escuchar sus problemas y exigir reivindicaciones.

Otra militante de toda la vida fue la mítica Virginia Bolten. En 1896, junto a otras anarquistas, como María Calvia y Teresa Marchisio, decidieron editar el periódico “La Voz de la Mujer” (1896-97), bajo el lema “Ni Dios, ni patrón, ni marido”.

En el primer número exigían “nuestra parte de placeres en el banquete de la vida” y avisaban que salían “a la lucha… sin Dios y sin jefe”. Por la segunda edición, podemos deducir las repercusiones que deben haber tenido (“ya sospechábamos, ¡oh modernos cangrejos!, que vosotros recibiríais con vuestra macanística y acostumbrada filosofía nuestra iniciativa”), pero también que eran camorreras. Decían a los “señores maridos”: “¿No es verdad que es muy bonito tener una mujer a la que hablaréis de libertad, de anarquía, de igualdad, de revolución social, de sangre, de muerte, para que ésta creyéndolos unos héroes, os diga en tanto que temiendo por vuestra vida (…): ‘¡Por Dios, Perico!’? ¡Ah! ¡Aquí es la vuestra! Echáis sobre vuestra hembra una mirada de conmiseración (…) le decís con teatral desenfado: Quita, allá, mujer, que es necesario que yo vaya a la reunión de tal o cual (…) vamos, no llores, que a mí no hay quien se atreva a decirme ni a hacerme nada”. Claro, la cosa duró poco: nueve números en dos años, y en el último ya el espíritu feminista había perdido terreno en favor de uno universalista y androcéntrico.

Virginia Bolten había nacido en San Luis pero creció y trabajó en Rosario, en el barrio de Refinería. Comenzó trabajando como aparadora de zapatos y luego en la Refinería Argentina de Azúcar. No hay rastros de sus últimos años, pero sabemos que fueron en Uruguay. Fundamentalmente fue una mujer luchadora y reivindicadora de los derechos laborales de la mujer. Fue muy activa y no se quedó solamente en Rosario, sino que ella hacía campañas políticas en San Nicolás, Campana y Tandil por ejemplo. Durante el segundo gobierno de Roca, se intentó frenar estos movimientos y le aplicaron la “Ley de Residentes” y la “Ley de Defensa Civil”, que en términos criollos si molestabas te expulsaban del país. A Bolten le aplicaron esta ley y la deportaron a Uruguay, aunque ella no era uruguaya, y por supuesto volvió.

Además, debido a su actividad política la echan de la Refinería Argentina de Azúcar. Pedía mejores condiciones laborales para las mujeres. Por ejemplo, las mujeres tenían que cargar, en la Refinería, las planchuelas de azúcar sobre sus caderas y esto les producía deformaciones. Entonces, una mujer dañada por estas causas en el momento de parir a un hijo tenía grandes dificultades y muchas morían.

Participó como oradora en actos anarquistas en ciudades como San Nicolás de los Arroyos, Campana, Tandil y Mendoza. En noviembre de 1900 fue arrestada junta a Teresa Marchisio y otros cuatro anarquistas por organizar una contramarcha en repudio a la procesión católica de la Virgen de la Roca, en Rosario. También organizó la “Casa del Pueblo” junto a otros anarquistas, realizando eventos político-culturales, debates, discusiones, lectura de poesía y teatro para los obreros. El 20 de octubre de 1901 fue arrestada por distribuir propaganda anarquista en las puertas de la Refinería Argentina durante un conflicto en que murió por la represión policial el obrero Cosme Budislavich. En 1902 participó de una manifestación en Montevideo el 1 de Mayo, y como oradora denunció la Ley de Residencia Argentina y la represión al movimiento obrero. Ese año participó también de un acto del Sindicato Portuario en el teatro San Martín. En 1904 volvió a Buenos Aires y formó parte del Comité de Huelga Femenino organizado por la Federación Obrera Argentina, movilizando a los trabajadores del Mercado de Frutos de Buenos Aires. Esas febriles actividades causaron en Virginia Bolten un deterioro en su salud; sus compañeros del grupo de teatro germinal iniciaron una colecta en su beneficio. En 1905 fue nuevamente arrestada y su pareja Márquez fue deportada a Uruguay, aplicándosele la Ley de Residencia. En 1907, participó en la huelga de inquilinos como parte del “Centro Femenino Anarquista”.

Una de sus actividades importantes la llevó a cabo en 1890. Conocidas las actividades que se desarrollaban en Buenos Aires, y una vez recibida la invitación para concurrir a la convocatoria del Club Worwarts, para la organización de la jornada internacional de protesta, los activistas internacionalistas que se habían agrupado en la denominada “Asamblea Internacional de Rosario”, reunidos en el café “La Bastilla” designaron a Virginia Bolten y Rómulo Ovidi, para representarlos. El día previo al gran acto del 1° de Mayo de 1890, fue detenida Virginia Bolten por distribuir el manifiesto del Comité Internacional de Buenos Aires, y el sumario policial destacó “que fue demorada por distribuir propaganda anarquista ante los trabajadores de la Refinería Argentina, atentando contra el orden social existente”.

La plaza López fue el lugar elegido para la concentración, y ese día desde las 11 hs los manifestantes se fueron acercando al lugar, portando carteles “negros con letras rojas”, uno de ellos con esta inscripción “1º de Mayo de 1890–Fraternidad Obrera Universal”. La columna de 1000 manifestantes, partió “custodiada por seis bomberos a caballo con sus flamantes rémington”, y debió cambiar el recorrido original debido a la lluvia y lo hizo “por la calle Comercio (Laprida) hasta Mendoza, luego tomaron por la calle Buenos Aires y desde allí hasta la plaza 25 de Mayo, cuyos contornos recorrieron siguiendo por Córdoba, San Martín, San Luís, Entre Ríos, hasta Urquiza”, y se congregaron en la quinta Hutteiman (que era usada por los circos que visitaban la ciudad, las crónicas destacan que el último fue el Frank Brow). En ese sitio diversos oradores, expresaron las demandas proletarias en varios idiomas. Para algunos investigadores fueron siete los disertantes, entre ellos Domingo Lodi, Juan Ibaldi, Guillermo Schutlze, Alfonso Jullen Rafael Torrent, Paulino Pallas, y Virginia Bolten.

Ese día, otra mujer, Teresa Marchisio, fue la encargada de leer las resoluciones del Congreso Obrero de París, que había convocado a esa jornada de protesta a nivel mundial.

Por otra parte, en 1919 se creó el Partido Feminista Nacional, encabezado por la doctora Julieta Lanteri, quien se postulaba de manera simbólica como candidata a diputada. Al año siguiente se resolvió levantar un empadronamiento femenino y realizar un simulacro de votación. En ese año, Elvira Rawson de Dellepiane, fundó la Asociación por los Derechos de la Mujer, que pronto contó con 11.000 afiliadas dispuestas a luchar por la igualdad en el plano jurídico, político y social. Pronto se aprobó la Ley 11.317, de Protección a la Mujer Trabajadora, que estableció la prohibición del trabajo nocturno femenino.

En Rosario, producto de un conflicto de los obreros del puerto, el 7 de mayo de 1928, las integrantes del Comité de Mujeres de Portuarios, resolvieron distribuir un volante en las inmediaciones del puerto, donde se puntualizaba que: “Compañeros nadie mejor que nosotras, debemos apoyar esta huelga hasta ver coronadas nuestros esfuerzos, nadie como nosotras que sentimos el dolor en carne propia al ver que nuestras compañeras están en este conflicto y que sufren moral y materialmente. Adelante compañeros y compañeras. A luchar hasta vencer, aunque para ello tengamos que sufrir”.

En las primeras horas de ese día, dos trabajadoras del establecimiento industrial Mancini: Rosa Valdez y Luisa Lallana, se encontraban repartiendo la declaración entre los portuarios, cuando un rompehuelgas, de los tantos reclutados en Bahía Blanca y Buenos Aires, por las casas exportadoras de cereales, Juan Romero, proveniente de Avellaneda, increpó a Luisa Lallana y trató de evitar que esta continuara con la distribución del manifiesto, luego la hirió mortalmente con un disparo en la frente. La joven obrera falleció por la tarde, y la indignación cundió por todo Rosario y se decretó la huelga general.

El desarrollo de la Industria liviana, acelerado a partir de la década 1930-40, exigió una mayor demanda de mano de obra femenina. Estas fábricas -textiles y alimentación en particular- requerían personal llamado “no especializado”, con el fin de pagar salarios más bajos. Según el censo de 1947, en el sector secundario (industria, especialmente) trabajaban 408.087 mujeres y 1.387.167 hombres. En el sector terciario (comercio, comunicaciones, etc.) trabajaban 115.633 mujeres y 1.901.245 hombres.

Las elecciones de 1958, que elevaron a la presidencia a Arturo Frondizi, mostraron el conflicto entre las ramas masculina y femenina del Partido Justicialista a favor del sector masculino. De 65 legisladores peronistas electos hubo sólo 4 mujeres. Es interesante destacar que estas legisladoras propusieron un proyecto inédito en el país remunerar las tareas del ama de casa. Además contribuyeron a la promulgación de la ley 20.744, titulo VII, sobre “Trabajos de Mujeres”, aprobada en 1974, que prohibió cualquier tipo de discriminación fundada en el sexo, garantizando “la plena observancia del principio de igualdad de retribución por trabajo de igual valor concediendo 90 días de licencia pre y post parto distribuidos como la interesada deseare y estabilidad en el empleo durante el embarazo, además de salas maternales y guarderías y prohibición de despido a la mujer por causa de matrimonio. Lograron asimismo hacer aprobar en el parlamento la patria potestad pero el poder ejecutivo vetó el proyecto.

Las argentinas participaron en el desarrollo socioeconómico del país desde el origen de éste, si bien esta participación sólo es medida cuando actúan en el mercado laboral y no cuando trabajan en el ámbito doméstico. La presencia laboral femenina es también de antigua data, aunque en los últimos veinte años ha crecido considerablemente. Este incremento experimentado, que aumentaba radicalmente su nivel educativo, no ha producido un cambio paralelo en las condiciones generales de trabajo de las mujeres, que siguen obteniendo menores ingresos que los varones y ocupando profesiones tradicionalmente femeninas.

Las condiciones sanitarias básicas sufrieron un desmedro desde mediados de los setenta, al tiempo que se deterioraba poderosamente el sistema de salud. Con ello aumentaba la carga de trabajo de la salud familiar que regularmente realizan las mujeres. Por otra parte, es necesario destacar que el examen de la situación de la salud de las argentinas tropieza con deficiencias de información apreciables, en especial respecto a su salud reproductiva.

En las décadas de los 60 y 70, fueron miles las mujeres que se incorporaron a la lucha sindical, política, e integraron las organizaciones revolucionarias. Participaron codo a codo en los alzamientos populares como el I y II Rosariazos, el Cordobazo, Viborazo. Es así como dieron su vida mujeres como la obrera tucumana, Hilda Guerrero de Molinas, las fusiladas en Trelew como Ana María Villareal de Santucho, Clarisa Rosa Lea Place, Susana G. Lesgart de Yofre, Mientras que quedó herida María Antonia Berger, quien luego de 1976, integró la lista de los desaparecidos.

La dictadura militar de 1976–1983, con su secuela de la violenta represión que dejó 30.000 detenidos-desaparecidos, entre las que se encuentran miles de mujeres, tuvo como respuesta la organización de mujeres y familiares de las víctimas. Las Madres de la Plaza de Mayo marcaron un hito en la acción colectiva de mujeres en todo el mundo. También se sumó la organización Abuelas de Plaza de Mayo.

Al recuperar la democracia, los esfuerzos de las mujeres en los ámbitos políticos, gremiales y sociales, se tradujeron en la creación de instancias especializadas de gobierno, a nivel federal, provincial y municipal, para la formulación de políticas públicas destinadas a mejorar la condición femenina.

En el ámbito de la acción social colectiva de mujeres, Argentina cuenta con numerosas organizaciones, entre las que destacan tanto grupos de base como organizaciones de mujeres, centros académicos y de investigación, ONG de desarrollo social, organizaciones políticas, sindicales y asociaciones gremiales. La situación laboral del 46% de las mujeres que trabajaron en los últimos años en Argentina tienen una inserción laboral “precaria” o “muy precaria”, y pese a que el número de hombres y mujeres en edad de trabajar es similar, sólo el 57% de ellas forma parte del mercado de trabajo. Entre los hombres, esta participación llega al 87%.

Según se desprende de una investigación sobre los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) realizada por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA), las mujeres que trabajan como asalariadas ganan en el país un 35% menos que los hombres, con igual nivel de educación.

De las mujeres que consiguieron un trabajo, el 46% recibe parte de su salario “en negro”, o de forma precaria, o sin sueldo reconocido, mientras que entre los hombres esta proporción apenas llega al 36%. De entre las mujeres que desean participar en el mercado laboral, el 14% no consigue empleo, mientras que entre los hombres la desocupación involuntaria es tan sólo del 10%. Son muchos los factores que explican las diferencias de género que se dan en el mercado laboral, sin embargo, uno de los aspectos relevantes a tener en cuenta son las diferencias de responsabilidades entre los hombres y las mujeres. En el entorno familiar, las obligaciones emergentes del cuidado del hogar y la manutención económica “no siempre están equilibradamente repartidas” y prevalece todavía –aunque con matices– la idea de que el hombre es el responsable de la esfera económica y la mujer de la esfera doméstica. Esta situación se explica debido a que la incorporación de la mujer al mercado de trabajo es una tendencia que se da a mayor ritmo que el cambio cultural que tiende a equilibrar los roles del hombre y la mujer dentro del hogar.

Si bien se observa una mayor implicación de los hombres, las mujeres “están lejos de poder desentenderse de los cuidados de la familia”, apunta la investigación. Esto implica que las mujeres necesitan mayor flexibilidad en el horario y las condiciones de trabajo. Necesitan facilidades para trabajar a tiempo parcial, organizar las horas de trabajo en consonancia con el trabajo doméstico, y acceder a la protección de la seguridad social en aquellos aspectos que mayor impacto tienen en el coste laboral, como son los permisos por maternidad o por el cuidado de hijos enfermos. “Si la legislación laboral asume que estas diferencias no existen y establece, en un afán protectivo, reglas de juego muy rígidas y estrictas, el incentivo para los empresarios es preferir a los que tienen mayor disponibilidad de tiempo para el trabajo fuera del hogar”, asegura el estudio. “Si el diseño de la seguridad social no contempla los permisos por enfermedad del trabajador o de los hijos, y se coloca estos costes en cabeza para los empresarios, su actitud va a ser claramente la de discriminar en contra de las personas que asumen las responsabilidades en el cuidado del hogar”, advierte, y la legislación laboral y de la seguridad social en Argentina “tiene precisamente estos problemas”.

Así, alerta el estudio, el esquema que emerge de la actual legislación en el país tiene “serias deficiencias de diseño”. Hay aspectos que están sobreprotegidos y otros totalmente desprotegidos por ‘vacíos legales’. Hay regulaciones que aspiran a proteger a los trabajadores pero que fallan por su excesiva rigidez. Estas deficiencias, que vienen de largo y “no tienen perspectivas de cambio”, son las que atentan contra la generación de empleo de calidad para los segmentos menos favorecidos del mercado laboral, “que son las mujeres, los jóvenes y los adultos mayores en la última etapa de su vida laboral”, concluye el estudio realizado.

En las últimas décadas, durante casi todos los conflictos por los intentos de cierre de fábricas, reclamos por salarios atrasados, despidos, privatizaciones, se conformaron Comisiones de Mujeres, para sumarse a la lucha. Las integraban desde las esposas, hijas, hasta las madres de los obreros afectados. Es larga la lista, pero podemos citar las mujeres que participaron del conflicto en los Astilleros de Río Santiago, de los mineros de Río Turbio,  Zanon, Río Paraná, Brukman, docentes, empleados estatales, etc.

Y desde los tiempos de las privatizaciones menemistas que expulsaban trabajadores tanto como acumulaban ganancias, surgieron los piquetes y los piqueteros, de estas épocas, por entonces “fogoneros”, y sus cortes de ruta comenzaron a hacerse habituales en los paisajes provinciales. Pero lo novedoso es que el primer piquete fue organizado por las esposas e hijas de los mineros del yacimiento de hierro de Hypasam, en la localidad patagónica de Sierra Grande, el 21 de septiembre de 1991. Ellas fueron las que cortaron la Ruta Nacional 3. Los trabajadores llevaban ya tres meses sin cobrar y con la amenaza del gobierno de Menem, de cerrar la mina. Fue en esa instancia, que las esposas de los mineros decidieron cortar la ruta, iniciar una huelga de hambre, mientras las hijas movilizaban a los 12.000 habitantes de la localidad. “Frente a la impotencia que ganó a los hombres”, dijo Susana, 36 años, tres hijos, las mujeres se autoconvocaron para encabezar un reclamo que “va más allá de defender la fuente de trabajo”. Las Madres de Sierra Grande instalaron el cuartel general de la pueblada en plena ruta. Y lo hicieron bajo el único liderazgo del conjunto “Acá no hay cabecillas, somos todas iguales”, declaro María Julia, 23 años, dos hijos, mientras atendía la casa rodante destinada a recibir donaciones.

La actitud de las esposas de los mineros comenzó cuando un grupo se reunió en la parroquia para un curso de cosmetología que daba Mirta Muñoz, una mamá de siete hijos de 38 años, y acordaron “hacer algo”: cortar la ruta Nacional 3. Partir el país al Norte y al Sur de Sierra Grande. Volver, porque sus maridos ya lo habían hecho, pero diciéndole a todo el mundo que cosa no tenía de político. Que sus maridos siguieran las protestas y negociaciones en Buenos Aires. Una de esas bravas mujeres le declaro a un periodista “Te voy a decir algo cursi, las mujeres de mineros somos muy duras porque eso de que no sabemos si vuelven del trabajo no es verso”, mientras se reía de su piel roja y curtida por el viento de la meseta “Es piel de hipopótamo”, y se burlaba de sí misma.

Esas mujeres, que los historiadores han olvidado, reaccionaron en defensa de los lazos familiares vinculados a la tierra donde nacieron sus hijos y el rechazo de la inestabilidad laboral, que también llevaría a la disgregación de las familias. Valores comunitarios fuertes, no destructivos, emergieron como una alternativa ante la destrucción que planteaba el conflicto. Las Madres de la Ruta solo dejaron pasar el camión con los sueldos atrasados. Carlos Menem cerró la mina y pasó a ser un museo, que visitan los turistas.

Los piquetes se multiplicaron por el país, y en Semana Santa de 1997 la Gendarmería había desalojado a un grupo de docentes que protestaban sobre la Ruta 22, en Neuquén, porque el gobernador Felipe Sapag les había descontado del salario una bonificación de un 20 por ciento por zona desfavorable, además de otros beneficios. Cargaron contra maestros, políticos opositores y hasta contra el obispo Agustín Radrizzani. Se produjo un movimiento de apoyo en Cutral-Có y Plaza Huincul, también con un corte de ruta. Al reclamo de los docentes se agregó el de la falta de trabajo.  El 12 de abril fueron reprimidos y la respuesta fue una verdadera pueblada. La gente salió a las calles y los gendarmes tuvieron que replegarse. Habían tratado de desalojar la Ruta 17 pero los manifestantes los cascoteaban desde las calles laterales, donde no podían intervenir. Alrededor de las 10 de la mañana entraron en acción unos 22 efectivos de la policía provincial. Hubo enfrentamientos cuerpo a cuerpo, piedras contra balas. Alfredo Caso y Miguel Mont fueron dos de los trece heridos de la jornada. Un proyectil que rebotó en el piso hirió en el cuello a Teresa Rodríguez, una empleada doméstica de 24 años que murió poco después en el hospital de Cutral-Có. Desde el gobierno nacional el ministro Carlos Corach, copio las declaraciones de anteriores ministros y advirtió sobre un “rebrote subversivo” para justificar la represión. En el ámbito provincial no hubo renuncias. El gobierno de Sapag reaccionó argumentando que el disparo pudo haber sido efectuado por francotiradores. Pero las primeras pericias arrojaron que fue una 9 milímetros, el calibre que usa la policía.

Durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, 38 personas fueron asesinadas por las fuerzas represivas, que respondieron a las órdenes de reprimir al pueblo en las calles y plazas del país. Entre esas víctimas hubo varias mujeres:
– ACOSTA, Graciela, 35 años. Militante de DDHH. Estaba con una amiga buscando a sus hijos. Se acercó a un supermercado frente al que unas mil personas reclamaban comida. Recibió dos impactos de bala, disparados rodilla en tierra por un policía al que su amiga vio perfectamente. -AVACA, Elvira, 46 años Recibió un escopetazo frente a un supermercado frente al que pasaba con su hija en Cipolletti, Río Negro. Recibió el disparo en la zona lumbar. – GARCÍA, Yanina, 18 años Recibió un disparo en el abdomen cuando, desesperada por los ruidos de las balas, salió a la vereda a buscar a su pequeña hija. En Rosario, Santa Fe
-ITURAIN, Romina, 15 años Asesinada durante la pueblada del 19 y 20 de diciembre, mientras estaba en su casa, adonde ingresó una bala policial disparada contra quienes protestaban frente a un supermercado en Paraná, Entre Ríos.
-PANIAGUA, Rosa Eloísa, 13 años Había ido con su familia a buscar comida en un supermercado en Paraná, Entre Ríos, porque el comisario del barrio había hecho correr la voz de que entregarían mercadería. Al llegar los esperaban policías y gendarmes.
-RIOS, Sandra Asesinada durante la pueblada del 19 y 20 de diciembre.
-ROSALES, Mariela, 28 años. Asesinada en Lomas de Zamora, Buenos Aires.
Además, no podemos dejar de mencionar a Sandra Cabrera, que en 1994, se radicó en Rosario y allí comenzó con su militancia sindical en la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), sindicato adherido a la CTA, del cual llegó a ser secretaria general de la delegación Rosario. Su militancia sindical se caracterizó por la lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales, y por las denuncias por corrupción de integrantes de la Policía, lo que le ocasionó constantes amenazas a su integridad física y a la de su hija Macarena. También luchaba desde el sindicato por el reconocimiento de su personería por el Estado y la organización de una obra social. También presentó un proyecto para la derogación del Código de Faltas de la provincia de Santa Fe.

Fue muy reconocida por sus pares por su compromiso social. Hacia fines de 2001, durante la crisis, Sandra Cabrera gestionó la entrega de cajas de alimentos para sus compañeras porque, según afirmó el 24 de diciembre de 2001, “Había muchas compañeras que no tenían nada para comer”. Trabajó, además, por la prevención del contagio del SIDA. Continuó denunciado casos de corrupción ante la justicia y las autoridades policiales y aunque muchas veces las denuncias eran archivadas sus acciones resultaron en la separación de sus funciones de algunos policías y la disolución del aparato mafioso-represivo de le la policía provincial de “Moralidad Pública”. En noviembre de 2003 hizo la denuncia de amenazas contra ella y su hija ante la seccional Rosario de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Desde ATE a su vez derivó la denuncia al Subsecretario de Justicia de la Provincia de Santa Fe, Diego Giuliani, y al jefe de Seguridad personal de la Policía de Santa Fe, comisario Aguilar. A partir de ese momento, a Cabrera se le dio custodia policial en su domicilio pero las amenazas no cesaron. El hostigamiento continuó, y en diciembre de 2003 fue golpeada dentro de su domicilio con la custodia policial en la puerta. Sandra Cabrera murió asesinada con un tiro de 9 mm, en la nuca, el 27 de enero de 2004.

Y en este resumen titulado “40 años de democracia, 40 años de feminismo” se hace un desarrollo detallado de las luchas y los logros en ese periodo. Por eso hemos agregado este link donde podemos repasar lo acontecido: https://ela.org.ar/feminismoendemocracia/

 

SUMARIO

1.-INTRODUCCION

2.-BREVES APUNTES DE LA MUJER EN LA HISTORIA

3.-LA REVOLUCION INDUSTRIAL, CAPITALISMO Y LAS MUJERES

4.-DE LA REVOLUCION FRANCESA A LA COMUNA DE PARIS

5.-SU PAPEL EN LA REVOLUCION MEJICANA

6.-LA MUJER EN LA REVOLUCION RUSA

7.-LA LUCHA POR EL SUFRAGIO FEMENINO

8.-LA PARTICIPACION EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

9.-LOS CAMBIOS DURANTE LA SEGUNDA GUERRA

10.-LA MUJER EN LOS AÑOS 60-70

11.-DESDE LOS AÑOS 80 A LA ACTUALIDAD

12.-SU HISTORIA EN LA ARGENTINA